El Museo del Jade: confluencia entre modernidad y tradición

Por: Said Ávila.

Todo los que hemos visitado San José probablemente habremos pasado por su Avenida Central, un interesante pasillo que atraviesa el corazón de la ciudad. Al caminar por él, se observa diversidad de negocios: tiendas de calzado, de lencería, librerías, venta de ropa, electrodomésticos, muchos restaurantes y cafés, más tiendas de ropa, artesanías, y más, más, más…

También es habitual encontrar artistas callejeros o gente pidiendo dinero para beneficencias, sobre todo cerca de las plazas, rodeadas por edificios de interesante y antigua arquitectura. Una que otra escultura en el camino no ha de extrañar, volviendo esta avenida en un pasillo lleno de color, actividad y, por qué no, divertimento. Sin embargo, el ajetreo urbano disminuye cuando este excéntrico pasillo llega a su fin, cerca del imponente Teatro Nacional.

Al avanzar unos metros más, la primera vez que recorrí esta ciudad, me encontré con uno de los museos más modernos que jamás hubiese visto. De carácter cúbico y plano, inmenso y reposado, con su piel negra y reluciente, me encontré frente al inmenso Museo del Jade y de la Cultura Precolombina.

Un día después día tuve la fortuna de poder visitar dicho museo. Al entrar por sus puertas de vidrio y ver los acabados sencillos pero elegantes, en lo menos que uno puede pensar es en las palabras “tradición” o “viejo”. Por el contrario, daba la sensación de estar en un hotel muy costoso o un centro de conferencias muy contemporáneo. Cuando pagamos nuestras entradas, pues fui con una compañera de trabajo, nos dijeron que podíamos descargar una app que nos brindaría información extra cada vez que estuviésemos frente a una exposición.

El museo contiene cinco niveles. En los primeros, se expone toda clase de objetos hechos de jade: lanzas, utensilios, joyas, máscaras, y otra serie de objetos utilizados por las civilizaciones precolombinas del variado país. Era interesante ver que cada objeto estaba justificado por la visión de mundo que tenían sus creadores; cada tamaño, cada forma, cada uso tenía su por qué y una función no solamente utilitaria, sino también cultural y social dentro de su comunidad.

A medida que se asciende, la información sobre las diferentes culturas indígenas del país, unas desaparecidas pero otras aún existentes, incrementa y, del jade e instrumentos, se pasa a conocer de forma un poco más profunda el cotidiano vivir de estos pueblos tan originales: su comida, sus costumbres, sus rituales de noche, su mitología y demás sistemas de creencias, la naturaleza que los rodea y que justifica su cosmovisión.

En la mayoría de las ocasiones, todas las salas están sumamente ambientadas a aquello que exponen mediante modernos sistemas de iluminación y animación que acompañan a los visitantes en todo momento y vuelven el paseo mucho más interactivo: pasillos iluminados, pantallas interactivas, parlantes inteligentes y gran cantidad de información proporcionada por las típicas tarjetias o por medios digitales. Cabe mencionar que la imagen del guía es prácticamente innecesaria y queda olvidada, pues todo lo hace la tecnología que envuelve el lugar. 

En efecto, visitar este museo asegura una experiencia fascinante y llena de aprendizaje e ideas sobre la cultura, el arte y el hombre mismo. Sin embargo, lo que más me interesó  de tan maravilloso lugar no fue su abundante tecnología y modernidad, expresa tanto en la arquitectura del edificio como en el conjunto de sistemas que operan dentro del mismo -a pesar de venir de Honduras, donde todo esto es casi un sueño-, ni tampoco su abundante colección, tan variada y rica, sino el contraste entre estos dos elementos y cómo confluyen de forma tan armoniosa y funcional.

Por fuera, el moderno armazón. Por dentro, la historia precolombina de Costa Rica, rodeada por modernos artefactos para su exposición. El contraste entre modernidad y tradición, como ya lo habrán notado, es sumamente notable e interesante, pues no es común encontrar estos dos elementos juntos, y menos uniéndose para obtener un fin. En el Museo del Jade, lo moderno y lo antiguo están presentes y conviven de forma armoniosa.

Cuando reflexionaba al respecto, recordaba las ideas de Alejo Carpentier, quien afirma que en América el tiempo y las culturas confluyen (de él tomé el término). Y quizá es eso lo que nos quiere decir este museo al juntar estos dos elementos comúnmente opuestos: en que Costa Rica, y lo creo también sobre toda América, lo moderno contiene la tradición; lo contemporáneo guarda dentro de sí restos de todas las costumbres y virtudes originarias. Que moderno y antiguo, contemporáneo y precolombino no son dos cosas distintas, sino, por el contrario, una testimonio más del mestizaje, de la mezcla cultural y anacrónica que es América Latina, y que día a día vimos y expresamos todos aquellos que tenemos el privilegio de nacer y haber crecido en inconfundible y maravilloso territorio americano.

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