Ni inmigrantes ni suertudos. Exiliados.

Mi nombre es Said Ávila y dedicaré mi primera entrada a explicar brevemente una parte de la triste situación de mi país, Honduras. 

Actualmente, vivo en Cóbano, Provincia de Puntarenos, Costa Rica. Hace poco obtuve milagrosamente una propuesta laboral que me trajo a este tranquilo lugar. Tengo una prima  que estudia un doctorado en Brasil; un primo que también estudia un doctorado, pero en los Estados Unidos; un tío que es inmigrante "ilegal" en la misma nación. La madre de una prima ya es ciudadana española. Un buen amigo, residente catalán. Y aquí, en la nación tica, hay muchos otros. 

¿Estoy alardeando? Para nada. Trabajo aquí porque no pude hacerlo en Honduras. Por el mismo motivo mi prima está en Brasil, mi tío es inmigrante, tengo amigos en España y conocidos por acá. 

Día a día, miles de hondureños buscan salir del país de diversas maneras. Los coyotes, las becas, un amigo en el extranjero. ¿Por qué? Fácil, tristemente fácil: porque en Honduras no se puede vivir dignamente. Ser niño, joven, adulto o viejo, mujer u hombre, mestizo o indígena, es el mismo lío: no hay oportunidades. No se puede crecer, ni como persona, ni como profesional, ni como nada: la tierra es árida, desnutrida, pues por años, políticos de pacotilla que la pisotean se han encargado de robarle sus nutrientes. 

De niño escuchaba que Honduras era el país más peligroso del mundo. Pensaba entonces <<Ah, caray, qué bien está el mundo entonces, pues, voy al parque, como, tengo casa>>. Cuán vendados estaban mis ojos. ¿Iba al parque? Sí, cuando me llevaban, una vez al mes, y a las cinco de la tarde había que regresarse, pues era peligroso. ¿Comía? Sí, gracias a Dios, pero no siempre lo que quería; ¿camarones, pizza, restaurante? Tal vez con el aguinaldo, una vez cada dos meses: era un privilegio. Y yo, un privilegiado. ¿Casa? Algo así, rodeada de un ambiente inseguro, lleno de delincuentes, drogas, pleitos, gente ebria y vagabundos. Unos cuantos metros al frente, Las Palmas, colonia que da a luz mareros para el país. 

Una vez crecí, vi  las cosas como eran: yo, con toda la pobreza mía y de mi familia, un privilegiado que podía estudiar sin necesidad de trabajar, con comida diaria, techo y dinero para pasaje. Un privilegiado, pues no es lo normal en el país. ¿Viajes? No hay dinero. ¿Lujos? No hay dinero. El arte es un lujo. La carne es un lujo. La ropa nueva es un lujo. La alegría es un lujo. La libertad también lo es. 

¿Y el resto? La universidad, solo para quienes pasan un examen excluyente o tienen dinero para una institución privada. El trabajo, para los que tienen contactos, no méritos. Por eso, la mayor parte de la población ni estudia ni trabaja. Pero hay que comer, hay que subsistir. Y todavía se preguntan por qué hay tanta delincuencia en el país. 

¿Graduarse de la universidad? Claro, para ganar cuatrocientos dólares mensuales. Si tenés suerte, tal vez quinientos. ¿Querés ser artista? Lo siento, como ya dije, el arte es un lujo. ¿Un negocio propio? Por supuesto, después de que te sangra el gobierno con impuestos injustificados y te vuelve a sangrar por medio de los mareros que te cobran el impuesto de guerra. Y si te te oponés, te matan. No exagero. A menos de diez metros de mi casa han volado varios casquillos, y eso que todavía no es una zona "caliente". Bueno, Honduras tiene mucha tierra, hay que cultivarla, ¡no sean haraganes!; pero para cultivar también se ocupa agua, la que disminuye cada día porque los bosques se van en barcos hacia el exterior, y asesoramiento técnico, el cual no existe, aunque haya un presupuesto nacional para ello. Y tantas, tantas, tantas, tantas cosas más. ¡Puta, mano! Por eso estoy en Costa Rica. Por eso, mi prima en Brasil, mi tío ilegal en los Estados Unidos, y tantos, tantos hondureños fuera de Honduras, tantos hondureños queriendo salir de su "patria". 

Cuando uno sueña, sueña con su tierra, con su gente, con su aire y con su cielo. Pero, lamentablemente, al despertar, se encuentra con tierra, gente, aire y cielos extranjeros, porque no hay de otra, porque no hay suficiente aire ni suficiente cielo para todos, porque se los han robado los políticos de mierda y los imperios de mierda que solo van a cagarse al país de uno. Porque no se puede decir nada sin que le tiren las bombas lacrimógenas o las balas. Porque hay que comer. Porque se quiere crecer y tener una vida decente. Porque no se aguanta la tristeza del país. 

El que sale de Honduras no emigra. El que sale de Honduras no es que tiene suerte. El que sale de Honduras huye, huye del hambre, de la pobreza, del estancamiento, de la delincuencia, de la represión y de la muerte, porque quiere vivir, porque quiere sentirse vivo, porque tiene una familia que mantener. Por eso, no somos emigrantes; no somos suertudos; somo exiliados, por el hecho de soñar y querer ser y estar vivos. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Mi viaje a la Cascada de Tangomar: un paseo por la época en la que el hombre no existía.

Reseña literaria de "Loubavagu" de Rafael Murillo Selva

Un poquito de palabras: parte de mi estadía en Honduras.